SIGNOS, SEMIOLOGÍA, DIAGNÓSTICO E INTERVENCIONISMO
La imagen se fundió en el proceso de percepción del radiólogo. Sistematizaron un nuevo modo de ver, de reconocer, de identificar las enfermedades conocidas de la época. Los signos radiológicos eran inéditos. La semiología no estaba establecida. “Los rayos X no se equivocan jamás; somos nosotros los que nos equivocamos interpretando mal su lenguaje o pidiéndoles más de lo que pueden dar” (Antoine Beclère, 1897). Así pues, los primeros radiólogos adquirieron la responsabilidad del diagnóstico. Al principio, sólo de confirmación –fracturas y luxaciones– o de localización –cuerpos extraños en partes blandas–. Algo más tarde, ¿qué pensarían cuando diagnosticaban un proceso insospechado? Una moneda en el esófago de un niño con disfagia, una osteoartritis tuberculosa en la rodilla de un adolescente… ¿Qué satisfacción sentirían al extraer, con radioscopia, el fragmento de una aguja de la mano de una costurera o el anzuelo del muslo de un pescador? Más tarde, ordenaron y sistematizaron las prescripciones de la radiología general: cálculos vesicales, renales y biliares; tamaño del corazón y aneurismas de la aorta; la tuberculosis, los quistes y los tumores del pulmón; los derrames de la pleura… (De la Circular sobre el Gabinete Médico de Radioscopia y Radiografía de César Comas y Agustín Prió, en la calle Fortuny 13, 1º de Barcelona, sobre 1900).
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